Todos los días, desde muy temprano, un sonido característico se escucha en el pueblito floricultor, una bicicleta con un parlante incorporado a un vehículo y al fondo se percibe la voz de un joven, “buñuelos, pandequesos, almojábanas, calientico los buñuelos”. Los vehículos se convirtieron en tiendas ambulantes, con adecuaciones como cajones de madera que fueron incorporados artesanalmente sobre las bicicletas para transportar productos.
La Ceja es el municipio con mayor número de bicicletas en Colombia. Por sus calles planas y bien trazadas circulan cerca de 30 mil caballitos de acero. Por eso, a falta de grandes vehículos, muchos negocios utilizan las bicicletas par
a la venta de sus productos, como es el caso de Elkin Villada Ortiz, un panadero de Guatapé que llegó a La Ceja hace 10 años y montó su negocio.
“Todo empezó primero porque me conseguí un trabajador que gritara, no tenía perifoneo, sino que gritaba, él salía y gritaba buñuelos, pandequesos. Entonces una vez se quedó ronco, sin voz ya de gritar, después le dije yo, que si quería fuéramos a un estudio e hiciéramos una grabación con la misma voz de él y esa es la grabación que se escucha por las calles”, cuenta Elkin mientras pone a dorar el producto que lo dio a conocer.
Este emprendedor, que, a diario, vende cerca de 5 mil buñuelos, comenzó su trabajo luego de una crisis económica.
Como lo hacen cerca de 6 mil cejeños, Elkin inició su vida laboral en un cultivo de flores. Sin embargo, su paso por una de las empresas más estables de la localidad, Exportaciones Bochica se acabó, pues la Entidad quebró y se vio obligado a ganarse la vida de otra manera.
“Eso empezó cuando se acabó Bochica, yo trabajaba allá, y cuando salí, cambié el carro por un carrito de panadería y ya ahí empecé a hacer buñuelos. Yo hacía por hay 50 o 100 buñuelitos y eran más los que se quedaban que los que se vendían”, recuerda Elkin.
Las madrugadas en el cultivo le sirvieron para que su nuevo trabajo fuera más fácil. Todos los días a las 4 de la mañana, prepara la masa, prende el calentador y tiene listos los primeros buñuelos para que se vendan en el municipio.
Pasión y labor
El inicio fue duro no tenía idea de cómo se hacían los buñuelos. “A mí me enseñó un panadero a hacer la parva y yo fui inventando, fui organizando las recetas hasta que di con el punto que era, y como les digo hay que ‘bregar’ antes a mejorarlos o mantenerlos así mismo”, dice Elkin, quien todos los días se pone su delantal blanco que tiene marcado con un escudo del Atlético Nacional, otra de sus pasiones.
Precisamente, eso lo motivó a crear un producto que se vende mucho, sobre todo, cuando el equipo está en alguna final “Eso se juntan las dos pasiones: la pasión por el verde y la pasión por los buñuelos que es lo que le da la comida a uno. Hubo gente que dijo que esos buñuelos estaban malos o viejos porque los destapaban y que estaban verdes por dentro, pero era gente que de pronto no entendía que era por lo del partido”, cuenta Elkin, este novedoso producto recibió el nombre de los buñuelos del Nacional, tradición que hoy en día aún conserva.
La empresa de buñuelos
Lo que comenzó como un pequeño negocio se convirtió en toda una empresa, “acá trabajamos 10 personas, 4 en la calle en las bicicletas, otro en la moto repartiendo y acá adentro 4 o 5, más que todo es lo que vendemos acá y los muchachos en la calle”, cuenta Elkin.
Elkin seguirá amasando su vida todos los días, para brindar un buen servicio a sus clientes, implementando nuevas ideas, y tomando como su mejor aliada la perseverancia y las ganas de salir adelante.